19 enero 2012

Caballos



Echo de menos los caballos. Muchísimo.

Hoy ví un cambio de guardia, o algo así, en La Moneda (algo inusual, porque eran las 08:30 y esa clase de ceremonias no se producen hasta más avanzada la mañana... seguramente hay un acto especial del cual no me he enterado aun). Salí del metro, y vi la formación de carabineros marchando por Morandé al ritmo de su tradicional marcha, la cuál no puedo evitar tararear en mi cabeza. Cerrando el desfile iban dos parejas de carabineros montados, esperando que les abrieran otra reja para entrar al patio de ceremonias.

Entre paréntesis, me carga que todas las manifestaciones y animadversión reinante haga que el palacio de gobierno esté tan enrejado. Me carga tener que caminar por la vereda de al frente, cuando la otra es mucho más bonita, menos transitada y no tengo que esquivar mamás con niños pequeños, "tías" con megáfonos que tratan de organizarlos, kioskos y vendedoras de flores. Sobretodo porque cuando tengo un libro nuevo tiendo a caminar leyendo, para aprovechar los últimos minutos antes de entrar a trabajar y todos esos obstáculos distraen mi lectura. Pero, anyway, ese no es el punto ahora.

Para cuando llegué a Morandé, los montados ya estaban por entrar. Noté a uno de los caballos un tanto inquieto, mientras que el otro se quedaba un poco rezagado. Mi pensamiento fue que era mala idea que el carabinero rezagado se pusiera detrás del caballo nervioso, cuando justo en ese momento, en que acababan de entrar, el caballo rezagado se encabritó, botó a su jinete y se largó a correr corcoveando por el pasto en frente del Palacio. Hubo una conmoción general, y el público, poco habituado a esta clase de espectáculos se alejaron de las rejas que cercaban el recinto, donde minutos antes estaban observando el espectáculo.

Lo cierto es que probablemente el caballo estaba prendido y requería que lo corrieran un poco antes de montarlo (eso quiere decir que tenía gases, lo cuál les hace sentirse incómodos y nerviosos; cuando corren, "liberan los gases" por decirlo de forma elegante, y se sienten mucho más cómodos y tranquilos). Y el jinete no estaba muy concentrado (para empezar se había quedado rezagado. Si estaba en formación, no debería haberse rezagado). Además, la gente no tenía de qué preocuparse. Sería extremadamente inusual que un caballo se arroje sobre la reja y la gente. Son caballos entrenados, habituados a ser montados en picaderos, y asumen los límites de ellos como algo natural. Por lo menos yo nunca he visto un caballo saltar las rejas de un picadero para salir corriendo fuera de él, aunque muchas veces podría resultarles bastante fácil. Y adicionalmente hay que mencionar que en general los caballos no atacan a la gente. Pueden ocasionar accidentes, y defenderse si se sienten agredidos, pero si están asustados, y esas personas no los han maltratado, tienden más bien a evitar a las personas, que a hacerles daño. Incluso, cuando botan a un jinete, tienden a evitar el pisarlo. Si llegan a hacerlo se retiran de inmediato, sobretodo si se trata de su jinete (que es el que podría estar bajo) porque sienten una lealtad especial por ellos. En el fondo, son como mansos perros grandes...

Ver el "espectáculo" me puso nostálgica. Sí, sé que fue una caída. Pero he presenciado muchas en los años que practiqué equitación. Bastante similares a estas. He protagonizado otras tantas. Y es que como le dije a un niño que indicó que el carabinero caído debía sentirse muy torpe, "jinete que no se cae, no es jinete"... Y a pesar de todo lo que habla y teme la gente, caerse no es tan grave... O sea, claramente puede serlo. Pero es por eso que uno lleva puesto el casquete, monta en un picadero, y debe mantener la concentración como medidas de seguridad. Aun así puede ser insuficiente, pero en la confianza está el riesgo. Los principiantes se caen todo el tiempo. En realidad, uno tiende más a tirarse que a caerse. Cuando ya está más experimentado, ya no se tira, y cuesta más caerse, pero la caída es más fea. Cuando te sacas la ropa, estás lleno de arena y pasas varios días entero adolorido. Pero normalmente no es más grave que eso.

Echo de menos hasta caerme, en verdad. Echo de menos llegar, acariciar a un caballo, ver unos grandes ojos cafés que te miran con cariño, hablar con ellos, cantarles incluso. Echo de menos la conexión.

En equitación se habla de binomios en los concursos. Ese es precisamente el punto. No es como cualquier otro deporte (porque sí, es un deporte... se hace mucho ejercicio y no es sólo quedarse cómodamente sentado mientras el animal hace todo el trabajo... me revienta que la gente asuma, con la convicción que provee la ignorancia, que la equitación es sólo eso. Aclaremos de inmediato que montar a caballo no es lo mismo que andar a caballo, y que los caballos de playa, y el paseo que puedan realizar en ellos no es más deportivo que un paseo cualquiera). En la equitación tú no interactúas con un objeto inerte. En la equitación tú interactúas con un ser vivo. Y ese ser vivo siente, entiende y tiene un carácter que lo hace único. Y como con las personas, a veces hay caballos con los que puedes generar un nexo único, con los que te sientes invencible, con los que podrías hacer cualquier cosa, porque confías en ellos y ellos en ti. Y hay otras veces en que no hay caso, y no logras compatibilizar con él.

Además, como en toda interacción se produce una reciprocidad, y jinete y caballo se influencian mutuamente. Por ejemplo, yo tengo una cualidad que tranquiliza a los seres sensibles (animales, niños, personas sensibles en general, tienden a relajarse y tranquilizarse estando conmigo... debe ser porque yo misma soy relajada). Otras personas, son aceleradas y transmiten eso. El mismo caballo podía montarlo una compañera y andar muy acelerado, y si lo montaba yo, andaba tan tranquilo que a veces parecía que ni se movía. Por eso yo no puedo montar caballos muy tranquilos. Terminamos los dos medio adormecidos.

Yo he tenido varios regalones. Cuando comencé a montar, tenía 15, casi 16 años. Una de mis primeras regalonas fue la Lela. Era una yegua moteada, blanca y colorina, vieja, mañosa, que pateaba y mordía, así que sólo podía ir al final de la fila de alumnos (en clases, uno va en fila india, el que va adelante es el jinete cabeza, y es un honor serlo, porque implica un reconocimiento a tus habilidades como equitador, y porque tienes la responsabilidad sobre el resto de la sección; los caballos son animales gregarios y tienden a seguir al de adelante, por lo que los de atrás la tienen un poco más fácil, y es el jinete cabeza el que debe regular la velocidad de la sección, velar porque nadie se quede muy atrás disminuyendo el paso - la velocidad - y evitando que la sección se contraiga mucho para que no hayan accidentes, y para ello aumenta el paso; además, es el que marca la trayectoria, aunque cada jinete tiene la responsabilidad de preservar la integridad de la ruta y no acortar caminos a menos que esté indicado, e intentar mantener la distancia indicada por el maestro). La Lela conmigo siempre fue un amor. Nunca me botó, ni siquiera se encabritó. A otros los hacía sudar.

Mi segunda regalona se llamaba Huella. Era castaña rojiza, media rubia, con la cara blanca. Pertenecía al Cuadro Verde de Carabineros. Con ella le perdí el miedo a la equitación. Es muy normal que los equitadores pasen por un periodo de miedo al principio, pero si lo superan, el amor por la disciplina es más fuerte que cualquier cosa. En la Huella me caí varias veces, y sin embargo, la quería tanto que no me importaba. Sabía que velaba por mí, y que mis caídas eran más producto de mi inexperiencia que de su actuar. Cuando llegaba a buscarla a su nave (pesebrera) ella conocía mis pasos. Me recibía con suaves relinchos y me daba suaves empujoncitos con la cabeza a modo de cariño. Tengo su foto en mi velador.

Después, dado el "trabajo" de mi protegida, cuando le tocaban presentaciones o cuando se encontraba fuera de servicio por estar dañada en la cruz (tenía la cruz muy alta, que es la apófisis de la vértebra que une el cuello con el lomo, y por roce con la montura a veces se le producían heridas que obligaban a dejarla en reposo para su recuperación. cuando yo la montaba le ponía una protección especial que protegía su cruz y evitaba el daño), comencé a montar al Heraldo, también apodado "El Avión". La razón del apodo es que era incapaz de mantener sus orjas erguidas, y en cambio las tenía hacia los lados, cual alas de avión. Era un caballo muy manso, mulato (negro y café), muy suave de boca, es decir, fácil de guiar con las riendas, aunque tenía un olor particularmente fuerte que dejaba la montura y el auto impregnado a él.

Después me cambié de club y mi regalona se llamaba Hermana. Estuve a punto de comprarla, pero el negociador intentó cosas poco claras, y mi madre desistió, porque no era la forma de hacer negocios. Era una yegua tordilla, es decir con una mezcla de pelos blancos y negros, aunque principalmente blancos, y con unas patas largas, largas.

Cuando me volví a cambiar de club mi último gran amor fue el Acolchado. Tuve otros regalones como el Tambo Solo y el Portezuelo o la Indiana, todos caballos castaños rojizos, pero nunca he vuelto a tener otro regalón como el Acolchado, un hermoso potro mulato, con una raya blanca en la cara, manso a pesar de no estar castrado, y con el que nos entendíamos de maravilla. Tenía la punta de la oreja izquierda partida en dos, desde una vez que lo sangraron en un procedimiento médico. Arriba del Acolchado yo era capaz de cualquier cosa. Juntos eramos imparables, perfectos, como uno solo. Murió de un cólico, una de las más frecuentes causas de mortalidad equina, y yo mandé a hacer una lápida para su tumba.

Tristemente tuve que dejar la equitación. Primero por tiempo, luego por plata, luego por un poco de ambas. Pero me hace falta. Aun en medio de la ciudad, cuando llegas a un club te transportas fuera de ella. Te olvidas de todo, te desconectas de todo. Echo de menos ese contacto con el caballo, ese amor incondicional, esa familiaridad y sencillez.

NECESITO
UN
CABALLO

1 comentario:

Dr_Cucho dijo...

Mientras leía tu entrada no pude evitar recordar muchos pasajes de “Caballo de Guerra”, principalmente cuando mencionaste la conexión especial entre el jinete y el caballo, y la gran inteligencia que pueden tener estos últimos.
Ya conocía en algo tu amor por los caballos, pero debo reconocer que no pensé que fuera tanto =P…
Siempre es muy bueno no ser un tipo encasillado en una sola actividad y tener la capacidad de tratar de aprender algo nuevo, ya sea por tener más tema de conversación o por el simple hecho de adquirir más (y diverso) conocimiento (que para mi es un bien en sí mismo), y esta entrada ha servido bastante como una pequeña miniclase online introductora al mundo de la equitación :P… (Vamos nunca pensé que los caballos sufrieran de colón irritable XD)…
No me queda más que agradecer el que me abrieras los ojos a contemplar un poco más de cerca la belleza de tan noble animal…