22 marzo 2009

Las decisiones y el futuro. Una divagación levemente metafísica

"Has planes para ser sorprendido" es algo que escuché por ahí. Y es que uno nunca sabe lo que va a suceder. Ni cómo va a reaccionar. Ni lo que va a pasar por esta cabeza loca de la que - la mayor parte del tiempo - me siento bastante orgullosa (no tengo por qué ocultarlo... la falsa modestia me pudre...)

Y es que las cosas tienen la tendencia a torcerse hacia caminos inesperados. O nosotros mismos las torcemos en un giro espontáneo hacia un futuro desconocido. Y mandamos todo a las pailas... o al revés. Quizás sólo tiramos hacia arriba la tortilla para darla vuelta. Pero eso es mucho divagar. Inclusive para mí.

Quizás es que he leído mucho Dune últimamente. Y eso me hace pensar en los caminos del destino y la red de futuros alternativos que se teje a partir de nuestras decisiones. Y al final todo se trata de eso. De las decisiones que tomamos...

El futuro no existe. Lo construimos a medida que avanzamos, transformándolo en presente. Y la maraña de caminos que se entrelazan y nos llevan a nuestro destino final - o nos alejan de él - depende únicamente de lo que decidimos hacer en un minuto dado, en un momento específico.

Uno se puede proyectar hacia adelante, soñar con ciertos destinos posibles, pero llegado el momento clave, realmente no sabemos si resultará como lo planeamos. Y aún si trazamos planes, y los seguimos fielmente, paso a paso, contra viento y marea, y llegamos a donde supuestamente queríamos llegar... ¿Entonces qué? ¿Más planes? ¿Mayor proyección? ¿Nos detenemos? ¿Avanzamos?

Hay tantos factores que escapan de nuestro control... Tantas líneas futuras que no dependen en absoluto de nosotros. Tantas decisiones que tomamos que afectan a otros, tantas decisiones tomadas por otros que nos afectan.

Y sumado a eso, tenemos que considerar el factor de lo imprevisible. Esas razgaduras en la línea del tiempo. Esos momentos que nos están vedados al proyectar nuestro futuro, esos momentos que enfrentamos ciegos de presente, armados sólo con nuestro pasado...

Bueno, no lo sé. Quizás esta entrada se volvió demasiado metafísica. Quizás Dune tiene la culpa. Quizás no. Ghanima, uno de mis personajes favoritos de la saga (quizás porque es con la que me puedo identificar más) dijo por ahí que "saber demasiado nunca simplifica las decisiones". Pensar demasiado tampoco. Y creo que es la vida la que nunca simplifica las decisiones. Así nos mantiene en vilo, esperando lo que nos depara el futuro.

Y el mayor problema es que los seres humanos no estamos hechos para soportar la incertidumbre. Por eso, creamos ciencias duras que nos ayudan a proyectar el futuro económico, usamos ciencias esotéricas para tratar de aprehender la delgada trama del tiempo que viene. La ansiedad es tanta, que hay quienes son capaces de creerle a una bola que al agitarse te da respuestas binarias, crípticas en la mayor parte de los casos.

Y tomamos decisiones esperando que nos lleve por el camino correcto y no nos deje varados en un callejón sin salida, porque muchas veces, no podemos desandar nuestros pasos, y las segundas oportunidades parecen ser privilegios de pocos. Tomamos decisiones con la esperanza de que cuenten para algo, de que tengan algún peso en la elección de nuestra senda. Tomamos decisiones y nos equivocamos. O no. Tomamos decisiones y acertamos. De una u otra manera, avanzamos. Hasta que ya no lo hacemos más. Hasta que el futuro es de alguien más.