06 agosto 2012

Locura "Temporal"

Nunca sospeché que esto podría pasarme a mí. O quizás en lo más profundo de mi alma lo sabía pero no quería reconocerlo ni asumirlo, así que me protegía de ello con dientes y uñas. Sí, porque siempre he sabido que en el fondo, pero bieeen en el fooondooo, soy una persona sensible. Detrás de esta máscara de indiferencia absoluta, se esconde un ser humano. Lo confieso...
 
Mi cita favorita, parte de la cual tengo en este mismo blog, es la de Ortega y Gasset "yo soy yo y mis circunstancias. Y si no las salvo a ellas, no me salvo yo". Y me gusta porque me identifica. Mis circunstancias me han hecho ser quien soy. Todos esos años de infancia temprana en que soporté ataques gratuitos de mis compañeros, y en particular de mis compañeras, ataques a los que nunca encontré sentido, porque yo nunca les había hecho nada, me hicieron ser quien soy. Me hicieron una persona que no se involucra más de lo necesario. Que se esfuerza por mantener relaciones cordiales, pero generalmente superficiales. Porque tempranamente aprendí que conocimiento es poder. Y el más poderoso conocimiento es aquel que tenemos sobre otras personas. Aquel que te conoce es el que más daño puede hacerte. Ergo, es de quien más debes protegerte. Es de quien más debes desconfiar. Aléjalo - o aléjate - y no te hará daño. O nunca te acerques - ni permitas que se acerque - y así nunca le darás esa oportunidad.
 
Lamentablemente - o afortunadamente - no es una empresa que puedes llevar con éxito siempre. Inevitablemente hay gente que se gana tu corazón. Inevitablemente hay gente que llega a conocer tu lado vulnerable. En mi caso, no es mucha. Mi amiga Lola, es una de ellas. Quizás es porque nos parecemos en eso, aunque lo enfrentamos de forma diferente. En mi opinión, mi amiga es la persona más vulnerable que conozco. La más sensible. Y se esconde tras una fachada dura como una roca, maternal a más no poder, protegiendo a todo - y a todos - los que la rodean. Y al contrario de lo que yo hago, ella se acerca, y se acerca tanto que de alguna manera logra que las personas pierdan la perspectiva de lo vulnerable que es. Abraza, para que nadie se dé cuenta de lo mucho que necesita un abrazo. Besa, para que nadie se de cuenta lo mucho que necesita que la besen. Logra que los demás piensen que son ellos lo que la necesitan, sin que se den cuenta que es ella la que nos necesita en primer lugar. Lo siento amiga... espero que no te moleste mi análisis. Si es así, me avisas y lo edito...
 
Anyway, mi método, como dije es alejarme. Utilizo mi poder de convencimiento sobre mí misma, para sentir que no necesito a nadie. Pero necesito a mi amiga. Y necesito a mi amigo Cucho, que ahora también es mi pololo, mi amor, mi vida, mi cielo... Hasta ahora, de mis relaciones había entrado y salido prácticamente ilesa. La idea de un compromiso me provocaba una urticaria subcutánea. Y ahora cuento los meses, los días, las horas... Antiguamente podía pasar semanas - meses incluso - sin verme con mi pololo de turno. Y ni me arrugaba. Jugar computador o ver una película sola en mi casa muchas veces me parecía una actividad mucho más interesante. Ahora, la distancia se me hace insoportable por momentos. Pensar que no lo voy a ver por una semana o dos, o sin ir más lejos, que no hablaré con él hoy porque está de turno, me genera un mar de emociones matizadas por la ansiedad de no verlo ni saber de él. Y no me malentiendan. No me voy a convertir en una de esas personas que llaman cada 5 minutos a sus parejas para saber dónde están y con quién. No son los celos los que me motivan. Confío ciegamente en él, sé que me ama, tanto como lo amo yo. Sé que no anda en malos pasos y no tengo nada que temer por su lado. Es simplemente una necesidad desbordante de compartir mi vida con él. Pero por supuesto, a pesar de eso, sigo siendo una persona racional con aspiraciones de ser además un individuo funcional en esta sociedad - al menos hasta cierto punto. Así que no lo llamo, ni le mando los diez mil mensajes que podría mandarle, sino que respiro profundo y sólo lo hago de vez en cuando. Lo suficiente para liberar mi deseo de transmitirle lo que siento sin ser insoportable.
 
Por primera vez, no tengo miedo. No tengo miedo de él, ni de nosotros. No tengo miedo del futuro ni del presente. Y sí, sé que todo esto me hace parecer una loca de remate. Y puede que esté loca. No lo voy a discutir. Pero al menos es una locura canalizada a través de la escritura hasta volverla por completo  inofensiva. Así puedo guardar la compostura el resto del día, por lo menos hasta mañana cuando ya no tenga turno y lo pille despierto y pueda decirle todo lo que lo amo y lo extraño... y hasta el fin de semana donde podré verlo y besarlo como si no hubiera un mañana...