28 enero 2007

El palacio

Siempre he tenido un lado poético. Supongo que es por eso que me es muy fácil encontrar y usar metáforas para explicar las cosas. Las cosas complejas, como yo misma, deben ser analogadas a otra cosa para ser comprendidas... por lo menos en forma parcial.

Es por eso que una vez le explicaba a mi amiga Lola, que entre otras cosas, soy como un palacio. De lejos, para un observador poco atento (o poco interesado) puedo parecer delicada y frágil, de lineas suaves y débiles. Pero si alguien se toma la molestia y el tiempo de observar con más atención, podrán comprobar que el palacio está construido en piedra sólida, y es firme como una fortaleza. Y les aseguro que NADIE entra sin mi autorización. Y eso porque dentro guardo mi verdadero yo, y no permito la entrada a mi corazón de nadie que no haya probado ser digno de ello. A veces puedo permitir que alguien eche un vistazo, como por una ventana (como en este blog, por ejemplo) pero la entrada está absolutamente reservada para unos pocos V.I.P.

La razón de esto, es que dentro todo parece ser mucho más frágil que lo que inicialmente ese observador despistado pudo imaginar. Cualquier torpeza, cualquier falta de delicadeza, ocasiona graves daños en el interior, y eso es algo que, desde que aprendí a hacerlo, me esfuerzo por evitar.

Es cierto que a veces me he equivocado. Soy humana. Me equivoco. He dejado entrar a personajes torpes y dañinos. Hay personas que causan mucho daño, aun cuando a lo mejor no haya sido esa su intención (por lo menos espero que no lo haya sido). Por suerte, tampoco los hago pasar de inmediato, para que puedan recorrer el palacio a sus anchas... Soy cautelosa (gracias a Dios), y eso me ha permitido manejar un sistema de "damage control", que consiste básicamente en expulsar al causante del daño, quitarle su pase de entrada y cerrar las puertas hasta que el daño causado haya sido reparado. Por suerte conozco un buen pegamento de corazones, hecho con optimismo y fe, que sólo necesita un poco de tiempo y tranquilidad para lograr su efecto.

Acabo de pasar por uno de esos momentos. Pero soy fuerte en mi fragilidad. Sé lo que debo hacer y eso hago. Recojo los pedazos, y pongo el corazón a hibernar un tiempo, para que cure sus heridas, se reponga de los sinsabores, y esté listo para abrir sus puertas nuevamente a quien crea digno, con la esperanza de que la próxima vez, sea una mejor persona...

Se ha escrito otra página en mi historia. Y ya di vuelta esa página, así que puedo volver a abrir las puertas. Puedo volver a ser yo...

11 enero 2007

Desde la pega

Me encuentro en la universidad, en mi sede, trabajando para admisión. Hasta el minuto tenemos 13 matriculados y entre hoy y el lunes ya hay cerca de 10 comprometidos para matricularse, lo cual tiene a todos bastante tranquilos. Además tenemos reuniones constantemente, fijadas con los directores y mucha gente que llamar. Sí... hablo gran parte del día por teléfono, a pesar de mi aversión a ese aparatejo, e incluso utilizo uno de esos teléfonos complejos con muchos botones que derivan llamadas. Pongo mi mejor voz de secretaria y contesto "Universidad del Pacífico, buenos días".

En este minuto estoy más o menos desocupada porque no hay nadie que esté llamando por teléfono, ni que haya venido a entrevista o a postular. Además ya tengo a todos actualizados y sólo estoy esperando 10 minutos para empezar a llamar a la gente sin tener que despertarlos tan temprano...

Bueno, así que ya saben que si quieren postular, se tienen que meter a la página web postular a Ingeniería Comercial, y probablemente van a recibir un llamado mío, preguntando si quieren entrevista... Si quieren también pueden venir acá a la sede y con gusto les hago un tour, pero apúrense que mi pega acá ya se acaba...