25 abril 2012

Omnívora

Mi mejor amiga ahora es vegana. Partió como vegetariana hace algunos meses y ahora es vegana. Para los que no saben, el veganismo se define como "[...] una filosofía de vida que excluye todas las formas de explotación y crueldad hacia el reino animal e incluye una reverencia a la vida. En la práctica se aplica siguiendo una dieta vegetariana pura y anima el uso de alternativas para todas las materias derivadas parcial o totalmente de animales" (definición de Donald Watson, que es aparentemente uno de los sumos pontífices del veganismo). O sea, adiós carne, adiós lácteos, adiós huevos, adiós aceites animales, adiós zapatos de cuero, chaquetas de cuero y todos sus derivados, y por supuesto adiós a los abrigos de pieles.
 
A raíz de esto me he encontrado con una serie interminable de propaganda pro-veganismo en mi muro de Facebook. Y me ha dejado pensando. Y sé que me odiarán por hacerlo.
 
Lo cierto es que entiendo su punto. No me parece bien el maltrato animal. No creo que sea correcto, ni creo que nunca vaya a serlo. Creo que en el ámbito empresarial muchas veces se sacrifican la ética y la humanidad en haras del dios de la rentabilidad. Pero hasta ahí llega nuestro acuerdo.
 
El ser humano, como especie, ha desarrollado la capacidad única de domesticar animales. Desde los animales de compañía, que nos proveen un servicio de protección y suplencia de carencias emocionales, hasta los grandes animales que nos proveen de alimentos y vestidos. Si lo vemos desde el punto evolutivo, cada animal recibió características que lo ayudan en su supervivencia. Considerándolo, podríamos decir que el ser humano es un animal bastante indefenso en términos físicos: no tenemos una piel gruesa que nos proteja de las inclemencias del invierno, no somos ni más rápidos, ni más ágiles, ni más fuertes, ni tenemos las garras o las mandíbulas más feroces. Seríamos la presa favorita de los depredadores y probablemente ya nos habríamos extinguido hace tiempo sino fuera porque tenemos pulgares oponibles, que nos permiten manejar herramientas, y una inteligencia que nos permite modificar nuestro entorno. Qué tan inteligentemente usamos nuestra inteligencia y habilidades, valga la redundancia, es harina de otro costal. 
 
Dado esto, creo que se trata de una materia de supervivencia. Si podemos obtener lana de una oveja, o piel de un animal para abrigarnos, si logramos tener huevos, carne y leche, no veo dónde está el mal. Sería como catalogar de inmoral al león por comerse a una gacela. Es cosa de supervivencia. Sobrevivimos en forma distinta, pero la meta es la misma. Cierto que hay alternativas. Nuestra misma inteligencia nos da el libre albedrío para tomar decisiones. Si alguien decide no utilizar estos regalos de la naturaleza, y prefiere otras cosas, pues está en su derecho. Lo molesto es la demonización de las otras opciones.
 
Además, hablan tanto del respeto a la vida, pero al comer una semilla es lo mismo que comer un huevo y quizás peor. Los huevos que comemos no están fecundados, pero esas semillas podrían dar por sí mismas fruto a un nuevo árbol. Eso también es vida. Sacar una albahaca o una lechuga implica matarla para alimentarse de ella. Siguiendo la lógica de los veganos en cuanto a su respeto a la vida, deberían alimentarse de dióxido de carbono o algo así. Y ya quiero verlos intentarlo...
 
Luego está todo ese argumento pseudo-científico acerca de que nuestro intestino es demasiado largo para comer carne. El problema está en que nosotros no somos carnívoros, sino omnívoros. Es decir, comemos las dos cosas. De hecho, como leí por ahí, somos consumidores oportunistas. Es decir comemos lo que tengamos disponible. Y nuestra anatomía y fisiología lo permiten. Nuestra historia lo avala. Desde el hombre prehistórico se sabe que habían cazadores, pescadores y recolectores. ¿Acaso al ser humano prehistórico, con más cuota de instinto que de inteligencia como la conocemos hoy, se le habría ocurrido comer carne si estuvieramos destinados al vegetarianismo o al veguismo? No lo creo. Por otro lado, está el dichoso tema del intestino. Cierto que los carnívoros puros tienen un intestino más corto. Pero también es cierto que los hervíboros puros tienen estaciones de fermentación. Nosotros no tenemos ni lo uno ni lo otro, por lo tanto, es lógico deducir que somos algo entre medio. Además nuestra mandíbula tiene la conformación clásica de los omnívoros.
 
Sí, puede que mi amiga se enoje y discuta. Yo no quiero discutir. Sólo digo que ni los veganos son santos, ni el resto somos demonios. Son opciones. Dado nuestro oportunismo alimentario, ahora que la modernidad nos da la oportunidad de elegir entre múltiples opciones, podemos elegir. No hay gente que está en lo correcto. No hay gente que esté equivocada. Por mucho marketing que se haga, lo cierto es que vivimos en un mundo de grises. Y no necesito más "evangelización al veganismo".
 
Por lo demás soy demasiado mañosa. Mis opciones se inclinan mucho por el lado de los lácteos y los huevos. Ni siquiera me gusta tanto la carne roja. Sí el pescado, los mariscos y las aves. Los "pastitos" no me llaman mucho la atención, y hay varios que de frentón no me gustan. Me gustan las nueces y cereales. Me gustan las legumbres. Excepto por las arvejas. Me enveneno con las arvejas...

1 comentario:

Lady Alex dijo...

Yo soy ovo-lacto-vegetariana. Y me carga q los q comen carne no me entiendan y los veganos traten de hacerme sentir culpable.
No como carne porque no me atrase, no me gusta la textura ni el sabor. Pero no fastidio a nadie para q cambie su propia dieta si no le interesa a pesar q podría argumentar q ser vegetariano es mas sano.
Me desesperé con una chica q se puso a hablar sobre el tema de la explotacion de los animales con cosas medias traumantes y el tema del desequilibrio economico sobre la soja y etc... al final esperan q uno sea conciente y responsable del planeta y viva de fotosisntesis???
en todo caso no le veo mucho sentido, porque por mucho q los veganos no consuman productos el animal ya está muerto y herido y si no hay demanda simplemente se va a la basura