13 febrero 2012

Lancelot y Ginebra - 2 en 1

Soy una persona bastante operada de los nervios. Me angustian y agotan las confrontaciones, aunque disfrute de una buena discusión (ojo que no es lo mismo; discutir puntos de vista, en un plano intelectual, es muy distinto a una confrontación que involucra un distrés emocional). Esto hace que rehuya las peleas y creo que es la clave de mi paciencia. En general, soy muy paciente con muchas cosas (a menos que sea estupidez flagrante, evidente y promocionada). Por ejemplo, cuando me llaman ofreciéndome productos que no quiero ni necesito, soy muy amable hasta que la reiteración se vuelve insostenible. Pero francamente me molesta que uno tenga que enojarse para que te dejen de molestar. ¿Por qué esperar a que una saque a la mujer dragón de adentro para cortar con cosas que evidentemente resultan molestas? Pero hay gente que no entiende a la primera...
Ayer estuve peleando con un amigo por un rato considerable. No voy a entrar en detalles porque no me corresponde andar ventilando problemas ajenos. Voy a decir, sin embargo, que lo que más me agotó no fue la pelea en sí, sino que el hecho de sentir que no me correspondía ser parte de esa pelea, pero aun así no se me daba la opción de escapatoria. Mi amigo me pidió un "consejo", aunque sentí que quería que yo fuera árbitro en su propia discusión interna y finalmente le dijera qué hacer. Es una posición incómoda. Y además me terminó reclamando por retarlo mucho. O sea, me obliga, en contra de mi voluntad, a participar de un tema que no incumbe en lo absoluto, y encima no quiere consecuencias negativas de ningún tipo. Así es muy cómodo para él...
Uno de sus argumentos fue que si yo le pidiera ayuda, él me apoyaría (cosa que dudo... no es precisamente del tipo de persona que apoya... no porque no quiera, sino porque no sabe cómo...). Yo le contesté que si algún día me viera metida en algún tema complejo similar, no lo buscaría. Yo no suelo pedir consejos de cosas importantes. No suelo buscar apoyo. Por complejo que sea el problema, tiendo a mantener mi coflicto interno precisamente de esa manera. Mi poker face es fantástica. Quizás esté mal, o eso he oído, pero a mí me acomoda más así. Siempre he sido de la filosofía de lavar la ropa sucia en casa. Además de que no me gusta hacer preguntas de las cuáles no quiero escuchar la respuesta. Si sé que estoy haciendo algo mal, no necesito que me lo digan porque YA LO SÉ. No hace falta que me lo restrieguen. Y el otro problema es que creo que debo hacerme cargo de mis propias decisiones. No puedo tomar decisiones basada en lo que otros piensan, o creen. Tomo decisiones en base a lo que yo pienso o creo. Si me equivoco, yo me equivoqué. No alguien más. Nadie más que yo puede tener todos los elementos de decisión sobre mi vida. Nadie más puede saber exactamente lo que siento. Pueden tener una idea, más o menos aproximada, pero es sólo eso: una idea. Además, nadie tiene mis vivencias, mis reacciones, mis creencias. Yo soy única (así como todos lo somos) y por lo tanto debo tomar decisiones únicas para mis situaciones únicas. No es una responsabilidad traspasable o delegable.
Sin embargo hay gente que pareciera tener una tremenda necesidad de que le digan qué hacer. Y si no hay nadie que se lo diga, se pierden. Se angustian, se paralizan, no sé. Quizás soy demasiado fuerte (en voluntad y determinación, porque mi fuerza física es bastante desdeñable), pero yo peleo mis propias batallas. Creo que es lo justo. Y de hecho, tengo suficiente fortaleza emocional, como para no pelearlas, sino que "negociarlas". Como dijo Thomas Mann, "la guerra es la salida cobarde a los problemas de la paz". Pero, no por ello, mi fortaleza implica que voy a ser el paladín de guerras ajenas. No es mi rol. Ahora, es cierto que puedo aconsejar, puedo apoyar y puedo acompañar. Pero no asumiré responsabilidad sobre decisiones ajenas. Yo hago lo que quiero, y mi consejo siempre va en la línea de que los demás también lo hagan. Y mi rol de consejera es tratar de ayudar a que descubran qué cresta quieren si es que no lo tienen claro.

1 comentario:

Dr_Cucho dijo...

Es bastante inusual que te pongas a discutir con una persona a la que le pides un consejo, en primer lugar por algo se lo estas pidiendo, además de esperar soluciones imples ya que de partida una decisión es difícil debido a que siempre hay algo que perder en las distintas opciones que uno tiene… well, whatever…
Soy bastante incrédulo en cuanto a los temas de astrología se refiere, pero eres un claro reflejo del hermetismo de cáncer cuando decide quedarse dentro de su caparazón, hermetismo que en cierto grado compartimos (de hecho en aquella larga plática en la cual te quedaste profundamente dormida, salió el tema de que en momentos difíciles nunca le dimos la oportunidad al otro de brindarnos una mano :S)...
Comparto el hecho de que a fin de cuantas es uno el que soluciona sus propios conflictos peleando sus propias batallas, pero también comprendo que el contemplar otros puntos de vista puede ser bastante esclarecedor y nos permite actuar de la manera más adecuada (nótese que en ningún momento estoy hablando de esperar que alguien me imponga una forma de actuar, eso sería realmente absurdo, sino más bien es tratar de ver un cuadro desde la mayor cantidad de aristas posibles para tener más claridad a la hora de tomar una decisión).
Por otro lado cuando al fin decido comentar de algún problema a otra persona, más que lo que mi interlocutor me pueda llegar a decir, lo que realmente me ayuda es el hecho de verbalizar mi situación en forma que mi oyente sea capaz de entenderlo a cabalidad, porque te obliga inmediatamente a tratar de englobar el contexto y a ordenarlo, lo que inmediatamente lo simplifica y adquieres la capacidad ver todo un poco desde afuera… por eso soy de la idea de que es más útil a veces solo escuchar antes que hacer que aquel que esta en problemas se calle y se siente a escuchar la verborrea que puedes llegar a decirle.
Y bien como bien has dicho y se me ha inculcado en clases de consejería en salud comunitaria y familiar, uno como “facilitador” pone las opciones sobre la mesa y orienta al interlocutor sobre los posibles resultados, pero siempre dejando en claro que es él quién debe tomar la decisión en base a sus necesidades y sensibilidades sobre el tema, cosa que en concreto es bastante lógica pero a veces no es tan sencillo de llevar a cabo.