09 marzo 2007

Traduccion de "Angel" por Sarah McLachlan

Perder todo tu tiempo
esperando por una segunda oportunidad,
por el descanso que
hará que todo esté bien...
Siempre hay una razón
para no sentirse suficientemente bien
y es dificil al final del día.
Necesito alguna distracción
o una bella liberación:
los recuerdos se filtran por mis venas.
Déjenme estar vacía y sin pesos y quizás
encuentre algo de paz esta noche.

En los brazos de un ángel muy lejos de aquí,
de este frío y oscuro cuarto de hotel,
y de la eternidad que tu temes,
eres sacado de los restos de tu silencioso ensueño.
Estás en los brazos de un ángel;
puedes encontrar algo de seguridad aquí.

Estás tan cansado del camino recto,
y a donde quiera que te voltees
hay buitres y ladrones a tu espalda.
La tormenta sigue retorciéndose,
continúas construyendo las mentiras
que compensan todas tus carencias.
No hace ninguna diferencia
escapar una vez más.
Es más fácil creer
en esta dulce locura,
¡oh! esta gloriosa tristeza
que me hace caer de rodillas.

En los brazos de un ángel muy lejos de aquí,
de este frío y oscuro cuarto de hotel,
y de la eternidad que tu temes,
eres sacado de los restos de tu silencioso ensueño.
Estás en los brazos de un ángel;
puedes encontrar algo de seguridad aquí.

Estás en los brazos de un ángel;
puedes encontrar algo de seguridad aquí.

01 marzo 2007

Febrero


La muerte ronda febrero. No sé por qué, pero es así. Se supone que agosto es el mes de temer, pero para mí es febrero. Mi abuelito murió un 12 de febrero, mi abuela un 14, y ahora mi gatito, murió ayer, 28 de febrero. Puede que el dato acerca de la muerte de mi gato les parezca irrelevante, pero si es así, con todo respeto, váyanse a la mierda. El Hobbit, puede haber sido un gato, pero era parte de mi familia, era como un hermano menor o algo así. Y lo he llorado y sentido como tal.

Acaba de llegar un señor para llevárselo. Lo van a cremar. Mejor así. No soporto la idea de enterrarlo en el jardín y que se lo coman las hormigas o los gusanos. Lo devolverán en una urna con su nombre. El martes, creo.

Estoy llena de pelos de gato, y pensar que en un tiempo más, van a desaparecer, me entristece muchísimo. En este minuto, mis ojos están húmedos, y tengo un nudo en la garganta. No saben lo que lo extrañaré. A él yo le confesaba mis secretos más profundos, porque podía estar segura de que nunca los iba a contar. Y ahora nunca más lo podré hacer. Nunca más se subirá a mi cama por las mañanas, ni se acostará encima de mi ropa o de mis piernas mientras me vestía, como diciéndome "¿para qué te vas a ir? Mejor hazme cariño y quédate conmigo". Nunca más nos recibirá cuando lleguemos en la camioneta desde la calle, ni nos esperará ansioso tras el ventanal. Nunca más escucharemos sus maullidos exigentes, y con un toque de insolencia, que después de un rato, al no obtener resultados, eran reemplazados por un maullido suave y lastimero que sonaba a un manipulador "ya, pooo". Nunca más nos reiremos de sus ataques de locura, en que se dedicaba a correr por la casa, moviendo las alfombras. Nunca más se sentará en la silla de al lado, como un caballero, mientras uno come. Nunca más nos reiremos de sus ronquidos y su hermosa forma de dormir, con la punta de la lengua levemente asomada entre los colmillos, que luego perdió en alguna de sus peleas. Nunca más peleará con los gatos de al frente, o los provocará desde la vereda, paseándose y estirándose con estilo y soberbia. Nunca más le pegará a los perros del barrio. Nunca más se esconderá bajo mi cama cuando tenga miedo. Nunca más se subirá a mi falda para que le haga cariño, ni me acompañará mientras estudio, o leo, o veo televisión, o como. Nunca más se acurrucará conmigo cuando me acueste. Nunca más compartirá su calor. Nunca más podré hablarle como a un bebé, ni le pondré sobrenombres cariñosos. Nunca más escucharé sus ronroneos. Nunca más se enojará cuando nos reíamos de él. Nunca más jugaremos a la lucha. Nunca más lo veré acostado frente a la ventana tomando sol. Nunca más dejará sus huellas sobre los muebles, traicionando sus paseos nocturnos. Nunca más lo veré con sus ojos amarillos delineados por la naturaleza, y su sonrisa eterna de placidez e ironía. Nunca más veré sus manchas grises que se estaban volviendo rubias, y nunca más veré las nuevas manchas grises que adquiría por ensuciarse con aceite. Nunca más lo peinaré con partidura al medio o al lado, o al estilo punk, sólo por jugar. Nunca más lo veré lavarse, o dormir, o jugar, o caminar o hacer nada. Nunca más...

Fueron 12 años de vida más 4 meses y 22 días. Yo lo ví nacer. El día en que nació yo estaba en el departamento de mi madrina, y él y sus hermanitos parecían unos ratones. En la noche, mi madrina los dejó con la gata en una caja, y al tratar de salir de ella, la gata ahogó a todos los gatitos, excepto a mi Hobbit. Porque él era un luchador. Durante años defendió su territorio de perros y gatos, y espantó a cuanto veterinario se le ponía por delante, con su ferocidad, inexplicable porque estaba castrado. Perdió sus colmillos, porque peleando se los dejó clavados a otros gatos. Era un gato enorme, largo y de 8 kilos, en sus mejores tiempos. Ayer cuando lo durmieron, para que no pasara por la agonía que le iba a provocar su insuficiencia renal, le dieron una dosis para perros, y aún así, después debieron darle un poco más. Un luchador no se rinde ni a la hora de su muerte. Y así era él. Porfiado, caprichoso, siempre hacía lo que quería y siempre se salía con la suya. Comía sólo exquisiteses, y no le gustaba comer lo mismo por mucho tiempo. Tenía un temperamento de hijo único, porque lo fue casi toda su vida, y por eso, era celoso en extremo. No le gustaban los extraños, ni los niños, y podía parecer un poco gruñón. Pero amaba a su familia, como nosotros lo amabamos a él. Le gustaba estar siempre en medio y saber qué estaba pasando.

Ya no sé qué más decir de él. Lo que diga será poco. Los gatos deberían vivir más tiempo. Y febrero no debería existir en el calendario.