26 enero 2012

Desconocidos



Hoy fui a una sucursal de Claro para ver si podía cambiar de equipo telefónico. Al final nunca me enteré, pero tengo la impresión de que no. Según el recepcionista sólo se pueden cambiar los equipos cada 18 meses, y creo que cumpliré ese tiempo por ahí por abril o mayo... Como mencione en una de las entradas anteriores, no soy realmente muy fanática de los teléfonos, pero el celular lo ocupo para básicamente enviar mensajes de texto, que con mi teclado QWERTY resulta muy expedito y para internet. El tema es que quiero un aparato nuevo con un sistema operativo más amigable con aplicaciones como Whatsapp y los juegos de Facebook en los que participo. Idealmente quiero conservar el teclado, y agregar un sistema operativo Android como upgrade a mi situación telefónica móvil actual.

El caso es que le pregunté al de la puerta, que me dijo 18 meses, pero como igual quería consultar con la persona directamente encargada, subí al segundo piso de la sucursal y me encontré con una fila como de una cuadra de largo. Maldita portabilidad. En consecuencia, me di media vuelta y me fui. Volveré en un par de semanas cuando haya pasado el boom de las promociones y los cambios de compañías.

Pero esta entrada no es para contar la fallida historia de mi cambio de equipo telefónico sino una reflexión acerca de los desconocidos. Sucede que en el camino me saludaron dos desconocidos, recibí un par de "piropos" y unos cuantos viejos verdes me quedaron mirando con fijeza. Y ojo, no me estoy quebrando al respecto. Esa clase de situaciones no me producen ni orgullo ni satisfacción de ningún tipo, sino que un sentimiento más parecido al miedo. Creo que me inculcaron demasiado bien el temor a los hombres desconocidos durante mi infancia.

Durante muchos años viví un poco en la inconsciencia con respecto a todo aquello que me rodeaba. Entre lo piti-ciega y lo inmersa que me encontraba en mis propias reflexiones y extenso mundo interior, caminaba por la calle ajena un poco a todo. Generalmente sólo notaba a los desconocidos en casos de gran escándalo, como cuando mi amiga Lola se daba vuelta a insultarlos por decirme cosas. En cierto sentido era ideal. Vivía en un mundo seguro y semi-desierto, donde los únicos habitantes eran mis personas más allegadas, mientras que el resto sólo existían como obstáculos móviles en el camino. Y tampoco quiero decir que yo sea antisocial. De hecho si me presentan a personas nuevas converso y me integro con rapidez, si me invitan a algún lugar nunca se me ocurre de inmediato preguntar quién va porque sé que encontraré a alguien con quien interactuar y no me genera ningún conflicto. Así que insisto: no es de antisocial, es de distraída. Pero bueno, con los años he notado que camino más alerta, menos ensimismada, quizás porque ando más sola y siento que debo ser más cauta. Igual a veces recaigo en mis viejos hábitos de "no ver" a mi alrededor. Es que ya he convertido a la acción de ignorar a los demás en un arte.

Y el tema es que aunque no sea antisocial, los desconocidos me atemorizan. No sé qué quieren, no sé quiénes son, y no me agrada eso. Y aunque parezca una contradicción con lo anterior, donde afirmo que no tengo problemas con conocer gente nueva, en realidad no lo es. Porque la gente nueva, de acuerdo a mi definición, trae una suerte de referencias. Es gente nueva en mis círculos laborales, o académicos, o de alguna actividad extraprogramática en la que participe. O es amigo de mis amigos. La gente en la calle no cae en esas categorías.

Y yo me pregunto cuál es la idea de saludar o piropear a una desconocida por la calle. ¿Pretenderán que me detenga para conversarles? Mi madre siempre me dijo que no hablara con desconocidos. Y aun no lo hago, ni pretendo comenzar a hacerlo...

19 enero 2012

Caballos



Echo de menos los caballos. Muchísimo.

Hoy ví un cambio de guardia, o algo así, en La Moneda (algo inusual, porque eran las 08:30 y esa clase de ceremonias no se producen hasta más avanzada la mañana... seguramente hay un acto especial del cual no me he enterado aun). Salí del metro, y vi la formación de carabineros marchando por Morandé al ritmo de su tradicional marcha, la cuál no puedo evitar tararear en mi cabeza. Cerrando el desfile iban dos parejas de carabineros montados, esperando que les abrieran otra reja para entrar al patio de ceremonias.

Entre paréntesis, me carga que todas las manifestaciones y animadversión reinante haga que el palacio de gobierno esté tan enrejado. Me carga tener que caminar por la vereda de al frente, cuando la otra es mucho más bonita, menos transitada y no tengo que esquivar mamás con niños pequeños, "tías" con megáfonos que tratan de organizarlos, kioskos y vendedoras de flores. Sobretodo porque cuando tengo un libro nuevo tiendo a caminar leyendo, para aprovechar los últimos minutos antes de entrar a trabajar y todos esos obstáculos distraen mi lectura. Pero, anyway, ese no es el punto ahora.

Para cuando llegué a Morandé, los montados ya estaban por entrar. Noté a uno de los caballos un tanto inquieto, mientras que el otro se quedaba un poco rezagado. Mi pensamiento fue que era mala idea que el carabinero rezagado se pusiera detrás del caballo nervioso, cuando justo en ese momento, en que acababan de entrar, el caballo rezagado se encabritó, botó a su jinete y se largó a correr corcoveando por el pasto en frente del Palacio. Hubo una conmoción general, y el público, poco habituado a esta clase de espectáculos se alejaron de las rejas que cercaban el recinto, donde minutos antes estaban observando el espectáculo.

Lo cierto es que probablemente el caballo estaba prendido y requería que lo corrieran un poco antes de montarlo (eso quiere decir que tenía gases, lo cuál les hace sentirse incómodos y nerviosos; cuando corren, "liberan los gases" por decirlo de forma elegante, y se sienten mucho más cómodos y tranquilos). Y el jinete no estaba muy concentrado (para empezar se había quedado rezagado. Si estaba en formación, no debería haberse rezagado). Además, la gente no tenía de qué preocuparse. Sería extremadamente inusual que un caballo se arroje sobre la reja y la gente. Son caballos entrenados, habituados a ser montados en picaderos, y asumen los límites de ellos como algo natural. Por lo menos yo nunca he visto un caballo saltar las rejas de un picadero para salir corriendo fuera de él, aunque muchas veces podría resultarles bastante fácil. Y adicionalmente hay que mencionar que en general los caballos no atacan a la gente. Pueden ocasionar accidentes, y defenderse si se sienten agredidos, pero si están asustados, y esas personas no los han maltratado, tienden más bien a evitar a las personas, que a hacerles daño. Incluso, cuando botan a un jinete, tienden a evitar el pisarlo. Si llegan a hacerlo se retiran de inmediato, sobretodo si se trata de su jinete (que es el que podría estar bajo) porque sienten una lealtad especial por ellos. En el fondo, son como mansos perros grandes...

Ver el "espectáculo" me puso nostálgica. Sí, sé que fue una caída. Pero he presenciado muchas en los años que practiqué equitación. Bastante similares a estas. He protagonizado otras tantas. Y es que como le dije a un niño que indicó que el carabinero caído debía sentirse muy torpe, "jinete que no se cae, no es jinete"... Y a pesar de todo lo que habla y teme la gente, caerse no es tan grave... O sea, claramente puede serlo. Pero es por eso que uno lleva puesto el casquete, monta en un picadero, y debe mantener la concentración como medidas de seguridad. Aun así puede ser insuficiente, pero en la confianza está el riesgo. Los principiantes se caen todo el tiempo. En realidad, uno tiende más a tirarse que a caerse. Cuando ya está más experimentado, ya no se tira, y cuesta más caerse, pero la caída es más fea. Cuando te sacas la ropa, estás lleno de arena y pasas varios días entero adolorido. Pero normalmente no es más grave que eso.

Echo de menos hasta caerme, en verdad. Echo de menos llegar, acariciar a un caballo, ver unos grandes ojos cafés que te miran con cariño, hablar con ellos, cantarles incluso. Echo de menos la conexión.

En equitación se habla de binomios en los concursos. Ese es precisamente el punto. No es como cualquier otro deporte (porque sí, es un deporte... se hace mucho ejercicio y no es sólo quedarse cómodamente sentado mientras el animal hace todo el trabajo... me revienta que la gente asuma, con la convicción que provee la ignorancia, que la equitación es sólo eso. Aclaremos de inmediato que montar a caballo no es lo mismo que andar a caballo, y que los caballos de playa, y el paseo que puedan realizar en ellos no es más deportivo que un paseo cualquiera). En la equitación tú no interactúas con un objeto inerte. En la equitación tú interactúas con un ser vivo. Y ese ser vivo siente, entiende y tiene un carácter que lo hace único. Y como con las personas, a veces hay caballos con los que puedes generar un nexo único, con los que te sientes invencible, con los que podrías hacer cualquier cosa, porque confías en ellos y ellos en ti. Y hay otras veces en que no hay caso, y no logras compatibilizar con él.

Además, como en toda interacción se produce una reciprocidad, y jinete y caballo se influencian mutuamente. Por ejemplo, yo tengo una cualidad que tranquiliza a los seres sensibles (animales, niños, personas sensibles en general, tienden a relajarse y tranquilizarse estando conmigo... debe ser porque yo misma soy relajada). Otras personas, son aceleradas y transmiten eso. El mismo caballo podía montarlo una compañera y andar muy acelerado, y si lo montaba yo, andaba tan tranquilo que a veces parecía que ni se movía. Por eso yo no puedo montar caballos muy tranquilos. Terminamos los dos medio adormecidos.

Yo he tenido varios regalones. Cuando comencé a montar, tenía 15, casi 16 años. Una de mis primeras regalonas fue la Lela. Era una yegua moteada, blanca y colorina, vieja, mañosa, que pateaba y mordía, así que sólo podía ir al final de la fila de alumnos (en clases, uno va en fila india, el que va adelante es el jinete cabeza, y es un honor serlo, porque implica un reconocimiento a tus habilidades como equitador, y porque tienes la responsabilidad sobre el resto de la sección; los caballos son animales gregarios y tienden a seguir al de adelante, por lo que los de atrás la tienen un poco más fácil, y es el jinete cabeza el que debe regular la velocidad de la sección, velar porque nadie se quede muy atrás disminuyendo el paso - la velocidad - y evitando que la sección se contraiga mucho para que no hayan accidentes, y para ello aumenta el paso; además, es el que marca la trayectoria, aunque cada jinete tiene la responsabilidad de preservar la integridad de la ruta y no acortar caminos a menos que esté indicado, e intentar mantener la distancia indicada por el maestro). La Lela conmigo siempre fue un amor. Nunca me botó, ni siquiera se encabritó. A otros los hacía sudar.

Mi segunda regalona se llamaba Huella. Era castaña rojiza, media rubia, con la cara blanca. Pertenecía al Cuadro Verde de Carabineros. Con ella le perdí el miedo a la equitación. Es muy normal que los equitadores pasen por un periodo de miedo al principio, pero si lo superan, el amor por la disciplina es más fuerte que cualquier cosa. En la Huella me caí varias veces, y sin embargo, la quería tanto que no me importaba. Sabía que velaba por mí, y que mis caídas eran más producto de mi inexperiencia que de su actuar. Cuando llegaba a buscarla a su nave (pesebrera) ella conocía mis pasos. Me recibía con suaves relinchos y me daba suaves empujoncitos con la cabeza a modo de cariño. Tengo su foto en mi velador.

Después, dado el "trabajo" de mi protegida, cuando le tocaban presentaciones o cuando se encontraba fuera de servicio por estar dañada en la cruz (tenía la cruz muy alta, que es la apófisis de la vértebra que une el cuello con el lomo, y por roce con la montura a veces se le producían heridas que obligaban a dejarla en reposo para su recuperación. cuando yo la montaba le ponía una protección especial que protegía su cruz y evitaba el daño), comencé a montar al Heraldo, también apodado "El Avión". La razón del apodo es que era incapaz de mantener sus orjas erguidas, y en cambio las tenía hacia los lados, cual alas de avión. Era un caballo muy manso, mulato (negro y café), muy suave de boca, es decir, fácil de guiar con las riendas, aunque tenía un olor particularmente fuerte que dejaba la montura y el auto impregnado a él.

Después me cambié de club y mi regalona se llamaba Hermana. Estuve a punto de comprarla, pero el negociador intentó cosas poco claras, y mi madre desistió, porque no era la forma de hacer negocios. Era una yegua tordilla, es decir con una mezcla de pelos blancos y negros, aunque principalmente blancos, y con unas patas largas, largas.

Cuando me volví a cambiar de club mi último gran amor fue el Acolchado. Tuve otros regalones como el Tambo Solo y el Portezuelo o la Indiana, todos caballos castaños rojizos, pero nunca he vuelto a tener otro regalón como el Acolchado, un hermoso potro mulato, con una raya blanca en la cara, manso a pesar de no estar castrado, y con el que nos entendíamos de maravilla. Tenía la punta de la oreja izquierda partida en dos, desde una vez que lo sangraron en un procedimiento médico. Arriba del Acolchado yo era capaz de cualquier cosa. Juntos eramos imparables, perfectos, como uno solo. Murió de un cólico, una de las más frecuentes causas de mortalidad equina, y yo mandé a hacer una lápida para su tumba.

Tristemente tuve que dejar la equitación. Primero por tiempo, luego por plata, luego por un poco de ambas. Pero me hace falta. Aun en medio de la ciudad, cuando llegas a un club te transportas fuera de ella. Te olvidas de todo, te desconectas de todo. Echo de menos ese contacto con el caballo, ese amor incondicional, esa familiaridad y sencillez.

NECESITO
UN
CABALLO

15 enero 2012

Insolente Juventud



Sí, sí... sé que el título huele a vieja de mierda... pero ¡francamente...! Déjenme ponerlos en contexto, y veremos si no me encuentran la razón.

El otro día volvía del cumpleaños de un amigo, en el metro. Detrás mío iban un par de veinteañeros (ni idea su edad exacta; si bien podían tener 20, quizás tenían 25 o más). Ella era una flaca esquelética y chillona con cero sentido de la moda. Él era un wannabe emo, lo cuál es aun más patético que realmente ser uno.

Ambos estaban ejerciendo el deporte nacional: el pelambre. Llamaron mi atención cuando ella dijo: "es que ella ya está medio pasadita... tiene 29, no... 28, va a cumplir 29, y todavía no tiene un pololo, con auto, que la saque a comer". Menos mal que les estaba dando la espalda, porque me quedé de una pieza. O sea, are you fucking kidding me???

Para empezar, yo tengo 29... y estoy soltera y feliz así. No estoy "medio pasadita" porque no necesito un pololo con auto que me saque a comer. Y esto es porque (a) no necesito que nadie me "saque" así como si fuera una mascota que hay que ponerle una correa para salir a la calle... soy una mujer independiente, que trabaja y que si quiero salir a comer soy perfectamente capaz de decidirlo y hacerlo por mi cuenta sin necesitar que alguien lo decida ni nada... y tengo amigos que son una excelente compañía; (b) el que alguien tenga auto o no, es RIDÍCULAMENTE IRRELEVANTE! Conozco miles de pasteles con auto, y créanme que el auto no les quita lo pasteles; (c) relacionado con lo mismo anterior, conozco muchos pasteles... y es mejor estar solita que mal acompañada. No tener un pololo no me hace menos mujer, ni me complica, ni afecta mi seguridad o mi valor. Pero no voy a seguir protestando al respecto, porque la identificación personal con la aludida, no es lo que realmente me indigna.

Lo que me parece verdaderamente indignante es como con una sola frase, una mujer es capaz de borrar décadas de emancipación y de lucha por la igualdad. Y créanme, no soy feminista, pero más que mal, estamos en el siglo XXI. Creo que los tiempos en que las mujeres necesitabamos estar casadas para sentirnos realizadas, es cosa del siglo pasado...

But I should know better... Después de todo, dada mi ascendencia italiana, provengo de un entorno que es bastante machista. Un entorno donde el concepto de mamma italiana está fuertemente arraigado. Eso implica que la mujer básicamente tiene que ser una súper madre, idealmente dedicada las 24 horas a la crianza, a llevar y traer a los niños a sus clases de fútbol, de ballet, de natación y de pintura, además de ser una excelente cocinera, y en resumen, una mujer cuyos hijos y hogar son el reflejo de su realización como mujer. Cierto que ahora las mujeres trabajan. Aun así tiene que encontrar la forma de ser una figura importante en su hogar, y de no serlo, eso sólo es perdonable si es "reemplazada" por la abuela de los niños, o alguna otra mujer de la famiglia. De todo esto, se subentiende que las mujeres deben casarse y tener hijos, y esa debe ser su prioridad en la vida.

En mi colegio, en clases de técnicas manuales nos dividían en hombres y mujeres. Y la sala de las mujeres decía sospechosamente afuera "Economía Doméstica". Nos enseñaban a coser, a cocinar y a tejer ropa de guagua.

Y está bien. Es decir, no puedo sustraerme del todo a mi cultura heredada. Sin embargo, también sé que los tiempos cambian. Y sé que necesito más que casarme y tener hijos para ser feliz. Que de hecho, un matrimonio e hijos no garantizan mi felicidad (así como no tenerlos tampoco la garantiza). Porque al final lo único que garantiza la felicidad es permanecer fieles a sí mismos, para no arrepentirse de las decisiones que tomas en la vida.

Mi machismo se extiende sólo a un tema de roles. Aprecio un hombre fuerte, con los pantalones bien puestos. Un hombre que asuma que tiene el rol de proveedor principal (y ojo, no dije "único"), así como su rol de padre (que es muy diferente al rol de una madre). Pero no aceptaría un hombre que me invalide como mujer. Que yo entienda mi rol de mujer en hogar como dueña de casa y madre (sin invalidar mi rol de profesional, que es independiente de mi género), no implica que permita que por eso se me desprecie como persona. Un verdadero hombre tiene que reconocer el valor de quien tiene al lado. El tratar de aplastar a quien tienes de compañero sólo habla de inseguridad, y la necesidad de ser alguien por encima de otro, y eso no es compatible con la meta de formar un verdadero hogar basado en el respeto y la confianza entre todos sus miembros.

Además, soy lo suficientemente emancipada para no tener que validar mi posición oponiéndome a todo lo que creo que históricamente ha sido asociado a una mujer. No le tengo miedo a la cocina. De hecho, me encanta la cocina. Creo que es una excelente forma de demostrar cariño y preocupación. En cuanto al resto de las tareas del hogar, no me gusta hacer aseo, y no sé planchar. Pero creo que si tengo que hacerlo, lo haré y aprenderé. Y si se puede, para eso existe una oferta amplia de asistentes del hogar.

Lo que me choca es escuchar esa clase de comentarios. Donde la gente juzga de una manera tan liviana el valor de una persona por el supuesto valor de una pareja. ¿Cómo podemos avanzar tanto en cuanto a respeto y dignidad humana, y la juventud con su insolencia e inconsciencia característica, ignorar todos esos avances con una sola frase? Y encima, una congéner... Bien dicen que las mujeres somos poco leales entre nosotras...

09 enero 2012

29 Maneras de Permanecer Creativo (Y Mi Opinión al Respecto...)



Acabo de ver un video titulado "29 Ways to Stay Creative" o en español "29 Maneras de Permanecer Creativo". Es básicamente una lista de cosas, que traduje y les presento a continuación.

1. Haz listas. Suelo hacerlas. De hecho tengo algunas entradas en esos formatos, y además en ese mismo sentido, excel suele ser mi mejor amigo.

2. Lleva un cuaderno a todas partes. De hecho, ahora lo hago. Ha resultado ser muy útil.

3. Prueba la escritura libre. Doh, esto es un blog. Thank you, Captain Obvious.

4. Aléjate del computador. Irónico. El video lo vi en el computador. Mi blog requiere un computador para acceder a él. Y además soy medio computador-adicta. No quiero sufrir el síndrome de privación.

5. Deja de atacarte a ti mismo. No suelo hacerlo. Me quiero demasiado para ello.

6. Haz pausas. Always...

7. Canta en la ducha. Cantar no es uno de mis talentos. ¿Podré suplir el canto con faceta cuentacuentos?

8. Toma café. ¿Cuál es la justificación de esto? Yo no tomo café. ¿Eso me hace ser menos creativa? ¿O será que no sólo hay que ser, sino también parecer, y por ello hay que asumir una pose de pseudointelectualoide que detesto? Nada en contra de los que toman café. Sólo que el café no justifica la creatividad.

9. Escucha nueva música
. Eso intento. Pero me haría falta una radio en la oficina... hey... eso no es mala idea, de hecho...

10. Sé abierto. Mmmm... A lo mejor la recomendación viene muy de cerca, pero creo ser bastante abierta y tolerante a las nuevas ideas y a puntos de vista diferentes...

11. Rodéate de personas creativas. Cierto. La gente gris, "engrisa" el espíritu. Y en todo caso uno tiende a juntarse con espíritus afines. Y mis amigos y gente con la que me rodeo suelen tener alguna dosis artística, en sus distintas expresiones, que fomenta su creatividad. Puede sorprender a algunos, dada mi formación de ingeniero comercial y de trabajar en un banco. A ellos yo les digo: no sean prejuiciosos. NO somos todos cuadrados.

12. Obtén retroalimentación. Por supuesto. Los enfoques externos siempre enriquecen al propio, si uno está dispuesto y abierto a permitirlo.

13. Colabora. Soy muy colaborativa con los demás. Por ahí alguna vez lo establecí. Dado mi carácter, y a pesar de mi enorme amor por mí misma, siempre me resulta más motivante hacer algo que ayudará a alguien más, que hacer algo sólo, única y exclusivamente para mí. Y tiendo a colaborar altruistamente en proyectos ajenos, porque si puedo ¿por qué no?

14. No te rindas. Suelo ser demasiado porfiada para rendirme (al menos con las cosas que verdaderamente importan). Eso sí, con los años he aprendido a escoger mis batallas.

15. Practica, practica, practica. Sí, claro. La perseverancia es una de mis mejores cualidades (según yo).

16. Permítete cometer errores. Yo me perdono todo... :P

17. Anda a algún lugar nuevo. Siempre es bueno. Pero yo agregaría: "o mira el lugar de siempre con ojos nuevos". Siempre hay detalles que cambian. Mira esos detalles que das por sentado. Observa a la gente. Ningún lugar permanece, porque todo cambia con el tiempo. La flor que estaba ya no está, es pájaro antes no estaba, esa hoja tenía otro color...

18. Cuenta tus bendiciones. Siempre hay que saber que tenemos cosas que agradecer. No hay que ser un malagradecido por la vida.

19. Descansa mucho. Eso trato. No siempre se puede. Pero eso trato.

20. Toma riesgos. Uh-oh... no soy una gran tomadora de riesgos. Tiendo a irme a la segura. Aunque de vez en cuando...

21. Rompe las reglas. Por ahí escuché que son las reglas injustas las que están hechas para ser rotas. Tiendo a seguir las reglas. Pero tengo también un sentido de justicia muy desarrollado, y creo que realmente es lo único que justifica romper las reglas. Eso, y las reglas que en realidad son sólo producto de la burocracia y a las que no veo sentido o justificación de ser.

22. No fuerces las cosas. Deja que fluyan.

23. Lee una página del diccionario. Creo que hay lecturas que me motivan bastante más y pueden incrementar mi vocabulario igual.

24. Crea un marco. Siempre es bueno. Así sabes dónde te mueves y es más fácil entenderte y entender a los demás. Sino, los esfuerzos se dispersan.

25. Deja de tratar de ser perfecto para alguien más. Totalmente de acuerdo. Quiérete como eres, valórate y los demás te querrán y valorarán. Y si no lo hacen... pues allá ellos!

26. ¿Tienes una idea? ¡Escríbela!. Eso es precisamente lo que estoy haciendo. ¿O para qué creen que son los 2 blogs y el cuaderno?

27. Limpia tu espacio de trabajo. Recuerda que la creatividad se trabaja con el cerebro tb. Limpia tu cabeza también. Concéntrate. Ordénate.

28. Diviértete. No hay más que agregar.

29. Termina algo. Eso es importante. Dejar las cosas a medias es un mal hábito. A veces es necesario. Pero no lo vuelvas una costumbre...

¡Suficiente creatividad por hoy! "Silla!"

06 enero 2012

Sobre Teléfonos, Llamadas y Celulares



Esta es una declaración de principios (a mi manera, claro): ¡odio... los... teléfonos! No es que sea antitecnológica. Estoy lejos de serlo. Mi problema con ellos es que no soporto que suenen. Por alguna razón el timbrecito aquel me crispa los nervios. Especialmente cuando el teléfono no es mío, y nadie lo contesta, así que suena y suena y suena, hasta que me dan ganas de tirar lejos el aparatejo ese y estrellarlo contra la pared para que deje de sonar. No sé por qué es que ese sonido inflama tanto esta pseudo-furia asesina de objetos...

En pro de mi -cuestionable- sanidad mental, mi celular permanece eternamente en modo silencioso. Razón por la cual permanentemente recibo llamadas perdidas un par de horas después de lo que debiera. Siempre me lo reclaman, pero lo siento. No pondré a mi celular un tono audible a menos que sea absolutamente imperioso.

Me han dicho que debiera poner una canción de ringtone para que no me moleste. Pero aun así me parece indiscriptiblemente molesto, indiscreto e inoportuno que el teléfono suene. Eso porque cuando lo tengo a mano, muy probablemente estoy en el computador, así que se vuelve innecesario. Y cuando no lo tengo a mano es porque estoy ocupada. Así de simple.

Pero, OK, asumamos que por uno de esos milagros de la vida y producto de esas conjunciones planetarias que suceden una sola vez cada varios miles de años me llaman y efectivamente estoy en disposición de atender. Aun así, no me gusta hablar por teléfono. Y no es que no me guste hablar en general... Puedo conversarles horas en persona o vía chat. Pero no me pidas que hable por teléfono sin tener alguna cosa en concreto que discutir. Por alguna razón me resulta violento el divagar por vía telefónica. No me nace...

Creo que en eso último puede tener mucho que ver mi madre. En mi casa las paredes tienen oídos. Y bastante agudos. Durante toda mi infancia y adolescencia, antes de que existieran los teléfonos celulares, cada vez que alguien me llamaba por teléfono sabía que me vería sometida a un posterior interrogatorio: que quién era, y qué quería, y por qué, y cuál es el motivo que yo dijera tal o cual cosa, que por qué fui tan cortante o de qué me reí tanto... Y francamente siempre he sido una persona que prefiere mantener su vida privada en privado (irónico escribir esto en un blog, pero si se fijan, en general no hablo mucho de mi vida personal, y las pocas veces que lo hago tiendo a ser bastante críptica y no doy demasiados detalles). El interrogatorio me molestaba y me sigue molestando. Es por eso que con la llegada del teléfono celular si preciso de hacer una llamada la hago cuando estoy sola (léase, como que mi madre no anda cerca). Si ella aparece, la postergo hasta un mejor momento, que puede llegar a ser hasta el día siguiente.

En la oficina me pasa un poco lo mismo. Los cubículos ubicados en una planta libre, aunque son bastante espaciosos, no filtran los sonidos. Ergo, aunque no quiera, me entero de todas las conversaciones de mis vecinos, aunque no lo desee. Sé exactamente el menú de la casa de la persona que trabaja en el cubículo de atrás, he "seguido" todos los preparativos del matrimonio de mi vecino de al frente, y también lamentablemente, sus peleas. Además suelen llamarlo cuando yo volví de almorzar y él aun no... Y el teléfono suena, suena y suena... Tengo el plan "secreto" (o bueno, ya no tanto) de esperar a que él no esté y meterme a su cubículo a bajarle el sonido al timbre del teléfono para que no me retumbe tanto en los oídos. Por lo menos, ya no tengo de vecino al "psicoanalista amateur" que se dedicaba a resolver su vida y la de sus amigos por teléfono, en versión abierta al público.

Cuando apareció el celular lo asumí como una necesidad práctica. Es útil para coordinar actividades concretas, no lo niego. Sin embargo, el semestre que pasé en Canadá deliberadamente no adquirí uno. Y me las arreglé de lo más bien. Con internet, se coordinaba hora y lugar, y ahí llegaba, a la hora y lugar establecidos. No es tan complejo. Y como no tenía a nadie que me hinchara por la hora a la que iba a llegar, o cómo me iba a ir o venir, en realidad no me hacía falta (pensándolo, tampoco lo echaría en falta ahora considerando ese antecedente).

En todo caso, ahora que los celulares cuentan con internet me parecen bastante más útiles. Hasta antes de internet, creo que lo usaba sobretodo para enviar mensajes. Ahora lo uso para revisar Facebook además. No es que revisar Facebook sea una actividad "útil", pero me agrada hacerlo. Es mi versión alternativa a fumar (nunca he fumado, pero cuando toca esperar a alguien en algún lado, y no tienes nada que hacer, siempre he pensado que fumar te mantiene ocupado, y te da una cara alternativa a la de "estoy esperando y me aburro". Pero como no llega a ser una razón suficientemente poderosa como para adquirir ese hábito tan poco saludable, creo que revisar Facebook Móvil se ha transformado en una buena opción, y sin efectos secundarios).

Mi aversión hacia los teléfonos y las conversaciones telefónicas es bien conocida por mis amistades. Sin embargo, este es uno de los pocos trabajos en que no me he visto forzada a utilizar uno como medio laboral. Cuando trabajé en admisión en la universidad, me dedicaba gran parte del día a contestar teléfonos, devolver llamados, etc. Para cuando llegaba la noche, ya soñaba con la frase "Universidad del Pacífico, buenos días/tardes"... Cuando hice la práctica en CORFO pase su buen par de meses llamando a empresas para confirmar datos. En FXCM las ventas se hacían principalmente por teléfono. Es como mi karma. Y no he sido TAN mala... creo...

Cuando me preguntan, siempre digo que los teléfonos cuando me ven sacan dientes y me gruñen. Quizás yo les gruño a ellos. Como sea, les digo ahora... si quieren hablar conmigo, no me llamen... escríbanme!

03 enero 2012

Palabras... Sólo Palabras



Estoy probando si funciona esto de postear vía mail. De ser así, me soluciona la vida en cuanto a mantener mis blogs actualizados (que sí, he tenido harto botados), pero es mi propósito de año nuevo solucionar esta situación... Si esto no funciona tendré que aplicar un "blogueo" con desfase: escribir en una libreta y traspasar después, pero es una solución que no me termina de satisfacer. Mis razones para escribir tienen que ver bastante con el desahogo (emocional y también de ideas obsesivas, irritantes y persistentes) y no sólo con la difusión per se de pensamientos, sentimientos y "pelás de cable".

Escribir algo dos veces es un desahogo reiterativo, poco efectivo y a veces hasta contraproducente. Es la razón por la que tengo entradas escritas que nunca han sido publicadas, y probablemente no lo serán jamás (he tenido mis blogs botados... nunca dije que tuviera la escritura abandonada). Hay cosas que deben ser escritas, depuradas del sistema, y olvidadas tan pronto como fueron liberadas y dejaron de pertenecerte realmente. Porque las palabras son tuyas hasta que las liberas a través de la voz o la escritura y en ese minuto pasan a ser de tu interlocutor/lector o a falta de uno, pasan a formar parte de un limbo de palabras, nunca oídas, jamás leídas. Esas últimas son palabras libres pero sin propósito más allá de su mera existencia. Palabras que nacen sólo por nacer, como hijos no deseados. Qué triste puede ser eso. Creo que por eso existen los blogs. Le dan sentido a ciertas palabras escritas a través de su difusión on line. Si alguien las lee cumplen su cometido. Alguien las adoptó. Quienquiera que las lea. Esté de acuerdo o no. El que oyó no puede desoir lo escuchado. El que leyó no puede desleer lo leído. Las palabras entregaron su mensaje. Bien o mal, pero al menos lo intentaron.

Creo que me fui por las ramas, para variar. Quizás fue para no hablar de esos "hijos no reconocidos". Esas cosas escritas que nunca verán la luz. Palabras que no me siento capaz de releer. Palabras que no me siento capaz de reconocer otra vez. Las palabras duelen. Incluso las propias. Quizás algún día ya no importe. No lo sé. Anyway, it doesn't matter.

Creo que para ser una prueba, es suficiente. Además ando de un ánimo demasiado oscuro y no quiero que la gente que me quiere se preocupe. Estoy bien, en serio. Estas son palabras... sólo palabras.